domingo, 4 de noviembre de 2012

Animarse




Que regateo.
Eso me dijo Araceli, una de mis profesoras.  Que yo recibo pero doy menos de lo que puedo.
Y es verdad. 


Yo misma sé que es una manía esto de soltar de a gotas. Aunque menos que antes, aún tengo el temor de caer, de equivocarme. Y aunque me doy cuenta, es difícil muchas veces pasar eso al cuerpo ¿No?
Uno sabe lo que tiene que hacer y por más que está dispuesto a hacerlo hay una lucha interna entre la voluntad y el miedo. "Ahí voy" decimos y nuestros pies siguen anclados en el suelo. "Ahí voy" y el vértigo cae en un abismo interno. "Ahí voy" y me sudan las manos, la adrenalina corre.
Pero siempre lo intento. Pasito a pasito, sin darme cuenta la diferencia se engrosa. Los miedos se hacen chiquitos hasta que desaparecen sin avisar. Y cuando me miro bailando libremente entre las sonrisas de mis compañeros con el goce completo de hacer lo que me place, me doy un abrazo y me siento contenta de demostrar sin censura lo que soy.

Que a fin de cuentas, esta locura musical que corre por mis venas es lo más normal del mundo. Lo fantástico es tener la valentía de hacerle caso. Lo maravilloso es adueñarse del derecho de hacer lo que le nace, de dejarse tirar por el hilito del pecho.

¿Quién fija las reglas de lo correcto o lo incorrecto? ¿Existe un modo de hacer las cosas? ¿Qué es lo lógico? Nadie nos puede dar el resultado de la experiencia que nosotros queremos vivir. Es tan personal...por eso todos hablan desde su experiencia.

Yo le tengo miedo a la equivocación. Y a  pesar de que me parece ridículo, al mismo tiempo realmente me avergüenza. Eso también influye en mi carácter de indecisa. Trato de evitar dar un "paso en falso". Siempre traté de ir a lo seguro, tantear con la punta del pie, el próximo paso y luego avanzar, a pesar de mis instintos y/o presentimientos.
Y muchas veces me tocó pensar  "que hubiera pasado si..." con los ánimos reprimidos.

La solución es simple en sí. Lo complejo es lo pensado.  Improvisar es algo que hacemos todo el tiempo, nada está estrictamente definido. Entonces cuando sale esa preguntilla cosquillosa, ese impulso que late eufórico bien adentro, es allí donde uno decide. El No se lo puede poner uno mismo al reprimirse, al acobardarse. El riesgo está en animarse a el Sí.
Las consecuencias son excusas del miedo, pensar en las desventajas es pensar en que uno no puede lidiar con eso, achicarse frente a los obstáculos.

Se puede.
Uno siempre puede, lo único; hay que animarse :)