viernes, 28 de junio de 2013

El pájaro y el fuego


Una de las festividades tradicionales dentro del Parque Avellaneda, es la quema del "Fantoche de las Miserias". Como nosotros somos parte del parque, puesto que entrenamos diariamente allí, es inevitable nuestra participación en el festejo. Esta tradición, ha perdido su lugar actualmente en muchos de los barrios porteños. Pero aquí en el parque nuestro trabajo y el de los vecinos mantiene viva la costumbre.

Empezó junio y empezó nuestra dedicación casi exclusiva a la construcción del muñeco. La idea de pájaro surgió en una clase de títeres y máscaras, jugando con el papel diario a crearles formas y darles vida. Para la clase siguiente todos debíamos construir pájaros. Luego hicimos una improvisación y me acordé tanto de "Las Aves" de Aristófanes...

Desde el principio queríamos que nos representara tanto a nosotros como a la comunidad. No queríamos que fuera de plástico, por ejemplo, no queríamos que diera a entender algo en particular, sino que todos pudieran sentirse identificados en la mayor medida posible.

Esto yo lo olvidé con el paso del tiempo, y sin embargo se mantuvo, intangible durante toda la construcción.
A las clases de  títeres y máscaras, las complementamos en la clase de "Historia, estética y poética del teatro" con averiguar la raíz de dicha tradición que justamente viene de esta celebración tan mundial que es el solsticio de invierno. Inti Raymi en la civilización Inca, rebautizada fogata de San Pedro y San Pablo en la españa católica de aquel entonces, es aquella tradición celta, que daba aquel calor al Sol para que no pierda su fuerza. A nosotros nos llega como una quema de miserias, pero también incluso en el siglo pasado podía ser la fogata un símbolo de reivindicación.

A mí,  ésa idea me quedó en la cabeza. La fogata no era necesariamente una destrucción de lo horrible sino que podía ser una purificación de nosotros mismos.

El trabajo con el pájaro era arduo.Nos habíamos planeado construir  un pájaro que pudiese mover sus alas, su cabeza y también abrir el pico, pensando en que todo esto debía de quemarse, por lo que sus materiales debían ser fáciles de consumir en el fuego (y sin olvidar que queríamos un pájaro ecológico).


    

No sé en qué momento sucedió, pero esta construcción, que nos atañía a todos, comenzó a organizarnos. Un grupo en la cabeza, otro grupo en el cuerpo, otros planeando la manera de proseguir. Cada uno tenía su puesto de trabajo. Cabe mencionar que a nuestro grupo le cuesta mucho enfocar y sostener esa concentración por mucho tiempo. Y hace poco 4 de nuestros integrantes se encontraban en el límite de la expulsión. El grupo se había fragmentado. Las tensiones habían crecido al límite de la susceptibilidad. La tarea nos exigía más compromiso y nos incluía a todos por igual.
Entonces fue este pájaro el que nos guió. Las miradas estaban todas sobre él, que era tan bonito que su etiqueta de "fantoche de las miserias" le quedaba un poco grande. Había recibido tanto amor durante su creación que era imposible no mirarlo con cariño.



Nuestro pájaro había crecido, era enorme, cuando lo subimos, nos dimos cuenta que su dimensión era increíble. Ahora sólo había que darle vida.
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Nuestra dedicación se extendió por fuera de las clases. Siempre nos quedábamos un poco más. Además tuvimos que hacer junto a los chicos de primero y algunos de la escuela secundaria la pira para la fogata. Arrastramos rama por rama, desde el vivero hasta el centro del campo, detrás de las canchas. Troncos pesados y pequeños, también grandes, ramas de diferentes especies, restos de la fatal tormenta, todo lo llevamos hasta allí.

Al día siguiente todo se entregaría al fuego.