miércoles, 20 de marzo de 2013

El viaje III: Merlo



Luego de dos días de viaje llegamos a nuestra primera parada: La casa de Caro.
Entre sierra, paz y sol, nos vinieron a buscar.
Fuimos gratamente recibidas. Se respiraba la alegría y la paz de un lugar tan tranquilo. Caro estaba iluminada, llena de plenitud. Sentía tanto cariño por ese ser en gestación, se respiraba en el aire, esa bonita sensación de amor. Aprendí mucho de la importancia de la energía en esa casa porque yo misma la sentía. La familia de Caro tenía una conexión muy estrecha con la naturaleza, con la madre tierra.


Entre fruta y pan, fuimos a la "casa del campo". Casa, pileta, sierra, carpa. Música, clavas, reflexiones...
Por la noche; estrellas.  No recuerdo mucho algo en concreto, creo que el lugar por sí solo nos compartía su compañía. La vida era así de simple. Me sentí tan natural. El sol nos levantaba con su calorcito matutino. Sentía cómo caminaba por mi cuerpo hasta lo alto del cielo. Los oídos comenzaban a percibir paulatinamente los sonidos del arroyo, el viento meciendo las ramas, las hojas viajando, los insectos, los cuerpos, las aves, los perros... Cuando el sol nos picaba los párpados nos desperezábamos. Calentábamos el agua y desayunábamos en ronda entre pasto y mantas.Pan, palta, tomate, lo que venga. Hablábamos de la vida entre mate y otras yerbas. Musiqueábamos, improvisábamos, creábamos, jugábamos, reíamos, malabareabamos, bailábamos...
El sol partía hacia otros horizontes y las estrellas comenzaban a brillar otra vez.

¿Qué más se necesitaba? Habíamos olvidado lo simple de las cosas, entre tanta tecnología y civilización.... Entendí por qué Caro había vuelto a su sierra dejando la caótica Buenos Aires. ¿Haría yo lo mismo? Pero claro, yo crecí entre el asfalto y el cemento.

El mundo era más que una ciudad y su feroz rutina. Había más, mucho más.

Me llevé también una hermosa impresión del amor. Caro su pancita y Mauri. Ellos estaban conectadísimos, sintonizados. Recuerdo cuando caminábamos al arroyo cómo iban juntos cuidando del bebé. Ambos se ocupaban de él como uno. Yo veía esa fuerte alianza en cada paso. Era tan simple y bello como una mujer un hombre y un crío.



La vida tan simple y tan bella...

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